Quiero felicitar a mi gran amigo el Licenciado Daniel Garza Cazares, por su designación como Magistrado supernumerario del Tribunal Estatal Electoral, es un hombre honrado, trabajador, pero sobre todo, un hombre justo y democrata.
El licenciado Daniel Garza, se desempeñó en el sexenio pasado como Jefe del Departamento de la Defensoría de Oficio del Gobierno del Estado, realizó un magnifico papel en apoyo a los sectores más desprotegidos; en su gestión al frente de la Defensoría de Oficio, impulso muchos y muy variados proyectos de modernización de la dependencia.
Es un digno catedrático de la Universidad del Valle de ésta ciudad de Tepic, por lo que estoy seguro de que el H. Congreso del Estado no se ha equivocado con su designación, desde este humilde blog le deseamos la mejor de las suertes.
Lic. Luis Aragón González.
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El llanto de la UNAM por el dinero
Juan Pablo Roiz
Decía mi abuelo que con pelmazos no hay que bañarse porque se pierde el jabón. Es cierto. Bastó con que un tonto con balcones a la calle, un tonto de catálogo (de esos que deberían aparecer en cualquier catálogo o diccionario como ilustración paradigmática de lo que es un tonto), que es el diputado panista que preside la Comisión de Presupuesto, dijese una sandez acerca del sistema de calificaciones en la UNAM –exabrupto que no venía el caso cuando lo que se discute es el subsidio federal a esa universidad- para que el rector de la “maximísima” casota de estudios se vistiera de víctima agraviada y exigiese, con voz tronante, más dinero público.
(Nota, sólo para documentar nuestra desazón: Ese tonto de antología llegó a diputado del PAN y a presidente de esa comisión clave invitado por, ¿a qué no saben quién?, ¡bingo!, le atinaron: Manuel Espino Barrientos).
Poder fáctico poderoso, entre varios más, la UNAM representada por su rector ha explotado a placer en los medios de comunicación la tontería del diputado primerizo. El objetivo: Dinero, dinero público, más dinero público.
Hagamos cuentas, porque los números que dispara la UNAM –nunca mejor aplicado el verbo disparar- son tramposos y exagerados intencionalmente. Primero, es falso de toda falsedad que la disminución en el subsidio federal planteada para 2007 sea de 900 millones de pesos. Es, apenas, de 123.6 millones de pesos como puede comprobar quien revise el proyecto de presupuesto de egresos para 2007 donde dice que el subsidio federal sería de 16 mil 714 millones 886 mil 590 pesos y lo compare con el presupuesto aprobado por los diputados para 2006, donde señala claramente que el subsidio federal asignado a la UNAM este año es de 16 mil 838 millones 524 mil 984 pesos. La diferencia, entonces, es de sólo 123 millones 638 mil 394 pesos. Que se haga tanto escándalo por una cantidad que es menor, sin duda, a la nómina del equipo de futbol soccer de esa universidad resulta patético. Que nadie, de entre los sesudos periodistas que han pontificado sobre el asunto, y sacado a relucir su corazoncito “puma”, se haya tomado la molestia de acudir a las fuentes para hacer esta comparación nos habla a las claras de la calidad intelectual, y moral, de nuestros “líderes de opinión”.
Lo que pasa, explican algunos, es que la UNAM pelea por un aumento sobre el subsidio efectivamente recibido en 2006, que a la postre resultó superior al aprobado originalmente (porque tuvimos un año excepcionalmente afortunado para las finanzas públicas, gracias a los altos precios del petróleo y a otros excedentes que logró el fisco a través de la recaudación, dado que el crecimiento económico fue mayor a lo previsto). Pues, ni con esas aparecen los dichosos 900 millones. Veamos, en la página de transparencia de la UNAM dice que el subsidio del gobierno federal para 2006 será de 17 mil 149 millones 201 mil pesos. La diferencia entre eso y lo presupuestado para 2007 es de 434 millones 314 mil 100 pesos. Nos siguen tomando el pelo. Y por partida doble, porque no sólo inventan cifras, sino que es absurdo pedir que todos los años nos saquemos la lotería y que presupuestemos como si todos los años vayan a ser de vacas no sólo gordas, sino superdotadas.
La pelea por más dinero público la tenía perdida la UNAM en el terreno de las buenas razones y de las cifras auténticas, pero tuvo que aparecer el dichoso tonto de capirote y la disputa se trasladó –muy lopezobradoristamente- del terreno de los hechos y la objetividad, al terreno de los agravios fingidos y los chantajes emocionales. Ahí, por extraño que parezca, el rector unamita está en su mero mole, como avezado político extractor de presupuestos.
Lo único que quedaría es tratar de volver al terreno de los numeritos fríos y de las razones. ¿Sabía usted que gastamos casi cinco veces más dinero público por cada alumno de la UNAM que por cada alumno de primaria? ¿Ha considerado usted que dado que la UNAM está entre las mejores 100 universidades del mundo, cualquiera de sus alumnos podría ser sujeto de un crédito educativo –como existen en cientos de universidades públicas y privadas del mundo- dado que podrá pagar por la educación que recibió más que holgadamente una vez que termine la carrera y se incorpore al mundo del trabajo remunerado?, ¿dónde están los cientos de miles de exitosos egresados de la UNAM, pumas de corazoncito y alma, que podrían aportar como mínimo agradecimiento a su casota de estudios, unos veinte o treinta mil pesos por cabeza para juntar los 900 millones extras que quiere el rector unamita?
Y otra pregunta incómoda, ¿no debería la UNAM, que vive prácticamente del presupuesto federal –dado que sus ingresos propios no llegan ni al 12 por ciento de lo que recibe de subsidio- sumarse al programa de austeridad del gobierno?, ¿no podrán juntar los milloncitos que les faltan para tener lo mismo que les ofrecieron el año pasado –123 millones para ser exactos-, bajándole 10% a los sueldos de los 18 funcionarios más importantes de la casota de estudios –del secretario del consejo de planeación al señor rector que perciben sueldos equivalentes a los de secretarios o subsecretarios de Estado- y sobre todo bajándole al gasto en celulares, automóviles, choferes, viáticos, viajes, papelería, electricidad, comidas de trabajo, fotocopias, anuncios publicitarios, promoción de imagen e inserciones en la prensa?
Bueno, son preguntas. Y, ¡por el amor de Dios!, que le pongan un bozalito al diputado que recomendó el señor Espino.
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